Introducción
La caída de las remesas enviadas a México en julio de 2025 representa un fenómeno económico que va más allá de las cifras. Este descenso no solo afecta directamente a millones de hogares que dependen de estos recursos, sino que también revela tensiones estructurales entre la economía mexicana y la estadounidense. En un entorno donde las remesas representan un componente vital del PIB nacional, cualquier alteración en su flujo genera consecuencias profundas para el consumo interno, la inversión y la estabilidad regional.
Con una caída del 4.7% anual en julio y una reducción acumulada del 5.5% en los primeros siete meses del año, el país enfrenta un escenario de desaceleración que exige respuestas estratégicas. Este artículo explora los factores detrás de esta baja, sus implicaciones económicas y sociales, y las oportunidades que se abren para la adaptación e innovación, tanto en el sector público como privado.
La Importancia Económica de las Remesas
Las remesas se han convertido en una fuente crucial de divisas para México, representando el 3.5% del PIB en 2024. En términos macroeconómicos, superan incluso los ingresos por exportaciones petroleras y rivalizan con sectores como el turismo. Este flujo constante de dinero ha sido un estabilizador en tiempos de crisis y un motor para el consumo interno, especialmente en regiones con desarrollo económico limitado.
Un ejemplo claro de su impacto es Michoacán, donde más del 11% del PIB estatal proviene de remesas. Esta dependencia ha permitido a muchas familias mejorar su calidad de vida, acceder a educación y servicios de salud, y emprender negocios locales. Sin embargo, también ha generado una vulnerabilidad estructural ante cualquier disrupción externa.
La caída reciente pone de manifiesto lo riesgoso que es depender de flujos externos sin mecanismos de diversificación económica. En este contexto, es fundamental repensar estrategias de desarrollo regional que no se basen únicamente en el ingreso proveniente del extranjero.
Panorama de la Caída en Julio 2025
En julio de 2025, México recibió 4,931 millones de dólares en remesas, cifra que representa una disminución del 4.7% respecto al mismo mes del año anterior. Este monto es el segundo más bajo del año, solo por encima de abril, y el más bajo registrado para un mes de julio desde 2022. Este descenso rompe con una tendencia de crecimiento sostenido durante más de una década.
Este cambio abrupto plantea interrogantes sobre su origen: ¿se trata de un evento puntual o el inicio de una nueva tendencia? La respuesta aún no es clara, pero los datos acumulados de los primeros siete meses del año —34,889 millones de dólares, con una caída del 5.5%— sugieren una corrección estructural más que una simple fluctuación.
Estos números reflejan una combinación de factores globales y locales que están alterando el comportamiento del envío de dinero desde el exterior. Comprenderlos es clave para anticipar posibles escenarios y formular respuestas efectivas.
Disminución en el Número de Envios
Uno de los datos más reveladores de la caída en remesas es la reducción del 8% en el número total de envíos, a pesar de que el valor promedio de cada remesa creció 3.6%, alcanzando los 416 dólares. Este fenómeno implica que hay menos personas enviando dinero, aunque quienes lo hacen están remitiendo montos ligeramente mayores.
Una posible explicación es que algunos migrantes han perdido su empleo o se enfrentan a mayores dificultades económicas, lo que limita su capacidad para enviar dinero. A su vez, otros migrantes con mayor estabilidad están compensando en parte esta disminución con remesas más generosas.
El incremento en el monto promedio no compensa la caída en la cantidad de envíos, lo que sugiere que la base de remitentes se ha reducido, planteando un problema de sostenibilidad a mediano plazo.
Influencia de la Economía Estadounidense
Las remesas están directamente ligadas al desempeño de la economía estadounidense, particularmente en sectores como la construcción y la manufactura, donde trabaja una gran parte de la comunidad migrante mexicana. Una desaceleración en estos sectores impacta de forma inmediata la capacidad de los trabajadores para enviar dinero a sus familias.
En 2025, el ritmo de contratación en estos sectores ha disminuido debido a una política monetaria más restrictiva, inflación persistente y menor inversión en infraestructura. Esto ha reducido la demanda de mano de obra, afectando especialmente a trabajadores indocumentados o con estatus migratorio precario.
La correlación entre la actividad económica en EE. UU. y el flujo de remesas hacia México es clara: cuando los sectores intensivos en migrantes se contraen, las remesas siguen el mismo camino.
Impacto de la Política Migratoria
El endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos durante los últimos dos años ha generado un clima de incertidumbre y miedo entre las comunidades migrantes. Esto ha repercutido en su participación económica y, por ende, en su capacidad para enviar remesas.
Las detenciones por parte del ICE aumentaron significativamente, pasando de un promedio mensual de 8,000 entre 2023 y 2024 a 19,000 en marzo de 2025. Asimismo, las aprehensiones en la frontera cayeron de 250,000 en diciembre de 2023 a solo 7,000 en marzo de 2025, lo que indica un cambio radical en las condiciones de movilidad.
Este ambiente restrictivo no solo disminuye los ingresos de los migrantes, sino que también los hace más cautelosos respecto a los mecanismos formales de envío de dinero, lo que puede incentivar el uso de canales informales.
Canales Formales vs Informales
Actualmente, el 99.1% de las remesas hacia México se realiza a través de transferencias electrónicas. No obstante, hay indicios de que una parte creciente del flujo está migrando hacia canales no formales, que no quedan registrados en las estadísticas oficiales.
El uso de métodos informales suele estar motivado por el deseo de evitar costos, regulaciones o riesgos legales. Sin embargo, estos canales no solo son menos seguros, sino que impiden que el Estado y las instituciones financieras diseñen políticas efectivas basadas en datos reales.
La migración de flujos hacia la informalidad podría estar ocultando el verdadero volumen de remesas, lo cual complica aún más el análisis y respuesta de los actores económicos y gubernamentales.
Impacto Regional Asimétrico
La dependencia de las remesas no es uniforme en todo el país. Estados como Chiapas (14.6% del PIB estatal), Guerrero (14.0%), Michoacán (11.2%), Zacatecas (10.9%) y Oaxaca (10.3%) son especialmente vulnerables a cualquier fluctuación en el flujo de remesas.
Estas entidades también coinciden con altos niveles de pobreza y menor desarrollo económico, lo que agrava las consecuencias de la caída. La disminución de ingresos provenientes del exterior puede traducirse en menor consumo, aumento del desempleo y mayor presión sobre los servicios públicos.
Por lo tanto, cualquier estrategia de mitigación debe considerar un enfoque regionalizado que contemple las necesidades y características particulares de cada estado afectado.
Riesgos para el Sector Empresarial
Las empresas que operan en regiones con alta dependencia de remesas deben prepararse para una reducción en el poder adquisitivo local. Sectores como retail, servicios financieros, educación privada y construcción residencial podrían experimentar una baja en la demanda.
Por ejemplo, en Michoacán, muchas empresas locales han reportado una baja en ventas del 10-15% en el segundo trimestre de 2025, especialmente en bienes no esenciales. Esta tendencia puede intensificarse en los próximos meses si no se estabiliza el flujo de remesas.
Adaptar las estrategias de precios, financiamiento y segmentación de mercado será clave para mantener la rentabilidad en estos entornos.
Oportunidades para el Sector Financiero
A pesar del contexto adverso, existen oportunidades para el sector financiero. La formalización de los flujos de remesas puede abrir nuevas puertas para la bancarización de los receptores, la oferta de microcréditos y el desarrollo de productos de inversión orientados a familias receptoras.
Instituciones como BBVA y Banco Azteca han comenzado a promover cuentas digitales específicas para receptores de remesas, incluyendo beneficios como tasas preferenciales y acceso a seguros. Estas iniciativas no solo fortalecen la inclusión financiera, sino que también permiten monitorear mejor el comportamiento del mercado.
En la medida que el sistema financiero logre capturar un mayor porcentaje del flujo de remesas, aumentará su capacidad para ofrecer soluciones sostenibles a largo plazo.
Implicaciones para la Política Pública
La caída de las remesas subraya la necesidad urgente de diversificar las fuentes de divisas en México. Apostar por sectores exportadores no tradicionales —como agroindustria, tecnologías de la información y energías limpias— puede reducir la dependencia de un solo flujo externo.
Además, se deben fortalecer los mecanismos de medición y regulación de los flujos informales, así como promover la educación financiera entre las comunidades receptoras. La colaboración entre el gobierno federal, gobiernos estatales y sector privado será fundamental en este proceso.
Una política pública eficaz debe equilibrar la mitigación de corto plazo con una visión estructural de largo plazo que fomente la resiliencia económica.
Perspectivas Futuras
Los próximos meses serán decisivos para determinar si la caída en las remesas es un fenómeno temporal o una señal de cambio estructural. Factores como la recuperación del empleo en Estados Unidos, las políticas migratorias y la evolución de los canales informales jugarán un papel crucial.
La vigilancia activa de indicadores como la tasa de empleo en construcción y manufactura, tipo de cambio peso-dólar, y la evolución de las transferencias electrónicas permitirá anticipar escenarios y tomar decisiones informadas.
Una estrategia de monitoreo constante ayudará a reducir los riesgos y aprovechar oportunidades emergentes en un mercado en transformación.
Conclusión
La reciente caída en las remesas hacia México no es solo un problema financiero, sino un reto estructural que plantea la necesidad de repensar modelos de desarrollo económico regional y nacional. Empresas, gobiernos e inversionistas deben entender esta señal como una oportunidad para innovar, diversificar y construir una economía más resiliente.
Enfrentar este desafío requiere una combinación de análisis riguroso, políticas públicas proactivas y estrategias empresariales flexibles. Solo así se podrá transformar una señal de alerta en un motor de cambio positivo.




